“Si fueras Roan ¿Tomarías las mismas decisiones en tu vida?”
Una historia del mundo de las finanzas para reflexionar
¿Tomarías las mismas decisiones que Roan?
… tal vez si…
Conocí a Roan hace varios años atrás.
Era mayor que yo, pero nos alcanzamos a ver en la Universidad. Ambos estudiamos en Ciencias Económicas la carrera de Contador Público.
Un chico bien, de barrio, de una familia que con mucho esfuerzo había llegado a la clase media y podía proveerle casa, comida y algunos pesitos (australes) para otras cosas, pero no lo suficiente para una universidad privada. Al igual que en mi caso, la universidad pública era la salvación.
Su pasión eran “las finanzas”, y ya se destacaba en esas materias. Los más chicos lo teníamos como un referente en eso. “¡Y obviamente, si se había pasado toda la primaria, la secundaria y la facultad jugando al Estanciero (y luego al Monopoly)! Era invencible. Sin hacer trampa nunca. Jugara con quien jugara, hiciera o no de banquero, con un peso o sin un peso… ¡siempre ganaba!”. Dicen que su padre se lo había regalado cuando iba a quinto grado de la primaria, y Roan se apasionó por “El Estanciero”, pero volvamos a la época de la facultad.
Eran años raros (bueno, ¡todos los años y todas las épocas son raras!), todavía no se producía la caída del Muro de Berlín y el consiguiente triunfo “del mundo capitalista y de las finanzas a nivel mundial”.
Estudiamos en una Universidad de pensamiento liberal, con base en el libre mercado, en el capitalismo y en la competencia privada como motores básicos de una economía.
El Dr. Navarro Vilches era un gran referente en Economía, y luego Juan Antonio Zapata… ¡Cómo no apasionarte con estas materias con semejantes profesores!
A mí me encantaba una compañera de la facultad, pero recién me dio bolilla en 4to. año. De todas formas, no viene al caso, pero ¡qué lindos que fueron esos años sin un peso (austral) en el bolsillo!
Sin conocernos mucho, teníamos el mismo gusto por el rock progresivo. A él le gustaba también el cine. A mí el tenis. Al él “El Estanciero”, a mí también, aunque el “1914” me gustaba un poco más.
Mi cábala para rendir las materias era escuchar el tema “The turn of the century”, de la banda inglesa “YES”. De las 31 materias que rendí, ese tema lo escuché 29 veces… ¡Ya se imaginan como me fue en las otras dos!!!... pero sigamos.
Se recibió en apenas cinco años de estudio y algo más. ¡Una gran carrera!, y rápidamente consiguió trabajo en una financiera de Mendoza, dando sus primeros pasos en su “deseado mundo de las finanzas”. El sueldo no era una gran cosa, pero, para la edad, ¡estaba más que bien!
Yo recuerdo todos esos años como si fueran invierno. Algo grises, con frío, en la cola y espera por los colectivos, con un halo de tristeza y, lo más misterioso de todo, es que no sé por qué los recuerdo grises.
Roan, buen tipo, ya recibido, buen trabajo… consiguió una linda novia.
(¡No sé cómo hizo para hablarle si era bonita! Todos los contadores somos un poco tímidos, y más si somos algo “nerd”. Peor aun cuando nos queremos hacer los cancheros –que no lo somos–, pero, a Roan, la vez que se animó a hablarle a una chica linda, le salió bien. Era un nerd fachero, como yo, pero no viene al caso. Sigamos.).
Llegaron los ‘90s y el mundo cambió completamente. (¡Aquí sí que la época fue rara!).
Roan tenía todo lo que el nuevo mundo de las privatizaciones requería: juventud, un título profesional, algo de experiencia, dominio aceptable del idioma inglés, dispuesto a trabajar duro, a ponerse la camiseta, a viajar a dónde sea por la empresa, por la oportunidad… “por el presente y el futuro”, bien acorde a la época muy competitiva.
Joven, un traje comprado en The Sportman (lugar al que casi todos los contadores recién recibidos nos íbamos a comprar el primer traje), zapatos bien lustrados, pelo corto pero no tan corto, un andar ligero y sonriente, pero siempre algo tenso con los horarios.
Respondió al aviso de un domingo en el Diario Los Andes en el que una importante empresa petrolera buscaba contadores jóvenes para integrar distintos departamentos en su regional de Mendoza, entre ellos, el departamento de Finanzas.
Estaba encariñado con la financiera pero la tentación, la curiosidad, la tentación, el empuje de la edad, lo llevó al intento de cambio.
Un proceso de selección ¡solo apto para cardíacos! Entrevistas, tests, más entrevistas, psicólogos, exámenes físicos, entrevistas, y, por fin, el proceso terminó (antes de que terminara con él). Obviamente ¡a todas las entrevistas con el mismo traje!, pero con camisas y corbatas distintas. Eso sí, el pelo un poco más corto y más formal.
Cuando finalizó el proceso, invitó a su novia a comer una parrillada en “El Lomo Loco”, y al regresar a su casa escuchaba el álbum “Going for the one” de la misma banda que escuchaba yo: “YES”.
Consiguió un puesto en el departamento de finanzas con un sueldo algo más del doble de lo que cobraba en la financiera. Como casi todos los contadores de la época, ahora usaba trajes y camisas Christian Dior.
En ese momento sintió más amor por las finanzas, por su novia Melina y por la vida.
Hizo la inducción (pagó el derecho de piso) y se ganó un lugar en el mundo de las finanzas en la regional que la empresa tenía en nuestra provincia de Mendoza.
Su noviazgo avanzaba bien. Roan estaba completo, lleno de energía y entusiasmo… estaba completo. Era joven. ¡Qué épocas!
Y esas escenas que algunas veces suceden espontáneamente sin pensarlas y que luego se transforman en poderosos recuerdos que nos marcan por años, por vida.
Recordó una anécdota, casi al final del cursado, y antes de rendir la última materia, cuando todavía eran amigos con Melina, en Noviembre, un mes de mucho calor, habían acordado ir una tardecita al Rosedal del Parque General San Martín a tomar un helado. Roan tenía muy poca plata (casi nada, era estudiante), y le compró un helado a Melina fingiendo un dolor de estómago leve que lo hacía preferir prevenirse y no tomar su heladito (¡Mentira, no tenía un mango! Pero quería salir con la chica). Melina tendió una manta en el césped de la rotonda frente al Rosedal, esa noche en la que casi todo Mendoza estaba allí, se recostó y le pidió a Roan que se recostara él también boca arriba, y que apoyara su cabeza en el abdomen de ella. Así lo hizo. Por un instante se quedaron los dos mirando el cielo nocturno entre medio de las ramas de los árboles. Se veían algunas estrellas. El tiempo se detuvo. Roan se dio cuenta que estaba enamorado. Ese momento, con su cabeza apoyada suavemente sobre el vientre de Melina, quedaría grabado para siempre.
Sus pasatiempos seguían siendo el cine y el rock progresivo. Su novia en el primero lo acompañaba, en el segundo… (¡ninguna mujer te acompaña en el rock progresivo… menos en Mendoza!!!), y algo de deporte –no mucho-, no tenía mucho tiempo. El mundo de las finanzas lo llamaba (“¡Ven a mí!... ¡Ven a mí!”), pero tenía la frescura intacta de la juventud, de la alegría, de los amigos, del amor…
Su primera misión importante fue trabajar en una adquisición de una petrolera más chica y, como consecuencia, en su fusión.
Le prometió a Melina que, una vez terminado el importante proyecto que tenía en la empresa, se casarían (en esa época, casi toda la gente se casaba antes de cumplir los 30 años, pero no viene al caso… sigamos).
Al igual que yo, cada vez estaba más adicto a la música de la banda británica “YES”.
Viajes, reuniones en Buenos Aires, más viajes, jornadas de 12 horas, cursos en distintos lugares, mucha gente de negocios, profesionales, aviones, aeropuertos, cargo importante, misión importante, y todo este apasionante tipo de cosas llenaban la agenda de Roan. Muy buen sueldo. Adrenalina, gente importante, oficinas gigantes, hoteles cuatro y cinco estrellas, gente extranjera. Sentía orgullo.
Con esfuerzo, un chico de barrio puede llegar a esto
En su propuesta de adquisición pudo convencer a los gerentes y directores titulares de la petrolera que, si aprobaban su plan, los costos operativos de la nueva empresa serían considerablemente menores, tema muy necesario debido a la baja que estaba experimentando el barril de petróleo.
Invirtiendo una suma de dólares podemos reducir la estructura del personal en un 40% al fusionarla con la nuestra, más ahorros de alquileres y otros servicios comunes. Además, nuestras compras serían de mayor escala y podríamos obtener mejores precios unitarios
Con la venta de los activos que no necesitamos podemos afrontar tranquilamente las indemnizaciones y cumplir con las exigencias legales para que nuestro Valor-Actual-Neto sea realmente positivo, con una importante Tasa-Interna-de-Retorno
Su plan fue aprobado y, rápidamente, se ganó el puesto de “Jefe de Finanzas” en la petrolera fusionada.
Su sueldo mejoró mucho más y, como recompensa por su trabajo, la empresa le obsequió un Renault 16 0 km. francés. ¡Qué tal!
Lo primero que hizo fue poner el CD “Talk” de 1994 de la banda YES ¡Para sentir como sonaba en esa nueva máquina francesa!, y luego, a dedicarle sus logros a Melina.
Y sí, tal como prometió, contrajo matrimonio con su bonita novia y tuvieron una merecida luna de miel.
A su regreso, la empresa lo trasladó por seis meses a Comodoro Rivadavia, lo que luego se transformó en dos años.
Melina lo acompañó, pero no quisieron tener hijos hasta volver a Mendoza.
Les debo ser sincero, al menos de lo que yo sé, Melina nunca estuvo contenta con ese traslado, y sufrió mucho por el desarraigo. Insistió incansablemente hasta que logró que la empresa lo regresara a Mendoza. Ella estaba sola casi todo el día, él, trabajando hasta las noches.
Volvieron a su casa, a su hogar en Mendoza, a reencontrarse con la familia, con los amigos, con Andes Talleres Sport Club… ¡el club de sus amores!, acreditando ya una buena experiencia de vida y de desarraigo.
Ya no tenía tiempo para sus amigos. Con las complicaciones del trabajo y la vida de casado, no tenía tiempo libre para dedicar a los amigos, al “fulbito” de los miércoles, a las caminatas.
Como él decía: “El trabajo es algo serio. Hay que tomárselo en serio. Ya pasó la adolescencia. Más adelante volveré a juntarme con mis amigos y a hacer algo de deporte. Me lo prometo. Pero el trabajo y el matrimonio son responsabilidades, y yo soy responsable”.
Algo raro había en Roan. Un sabor agridulce en el regreso. Se encontraba con sus afectos, pero sentía que estaba traicionando a la empresa de alguna manera. Había insistido en regresar sabiendo que en estas compañías no es muy bien visto que un contador senior, ya un ejecutivo, priorice sus temas familiares y personales por los de la empresa.
Compromiso, dedicación, gente comprometida, dispuesta a dar todo por la empresa. Eso es lo que necesitamos, eso es lo que la compañía necesita, eso es lo que el país y el mundo necesita. Gente con la camiseta puesta. Gente que puede estar más allá de sus temas personales. Gente fuerte. Gente que trabaje 12, 15, 20 horas por día si es necesario. Gente que esté, que esté aquí. Gente que esté 100% metida aquí, cuerpo y mente aquí. Verdaderos profesionales comprometidos. Compromiso. Eso necesitamos
Melina fue la encargada de invertir los ahorros logrados en los años de desarraigo ¡En casa de herrero, cuchillo de palo! Fue muy clásica y compró un lindo departamento en el Centro, además de la casa que ya tenían en el carril Besares.
¿Ampliar la familia?
Ese parecía ser el paso siguiente.
Pero trabajar en estas grandes empresas tiene su precio o, mejor dicho, “tiene su costo”.
Una oportunidad única de hacer un Master en Finanzas en conjunto con una Universidad de Buenos Aires y una de las más prestigiosa de Estados Unidos, se presentó repentinamente sin que Roan lo esperara.
¿Hacer o no hacer? ¡He aquí el dilema!
¡Pero un master, un master de este nivel, un master de finanzas! ¿Cuándo lo voy a hacer si no es ahora? ¡No tengo que pagar nada! ¿No ves la oportunidad?”
La empresa envió a Roan sin darle muchas chances de opinar: “Una oportunidad como ésta no se presenta todos los días”.
Esta oportunidad representaba para Roan un gran avance es su carrera y en los ingresos de la familia.
Lo conversaron. Melina no estaba nada contenta y decidió que ella no viviría en Buenos Aires.
El ambiente entre ellos no era el mejor. Melina ya estaba cansada de estar sola. Ir a los cumpleaños de los familiares sola. Ya todas sus amigas y sus hermanas tenían hijos y ella no. Había terminado el profesorado de inglés y daba algunas horitas de clases, pero desarraigo, soledad y un marido exitoso pero ausente, no era la visión que ella había tenido.
Estaba triste, estaba cansada. Aun le quedaba paciencia, pero no iba a viajar a Buenos Aires.
El mundo de las finanzas y de los inversores es así. Tenés que estar en dónde está la acción, y en dónde está el dinero.
Roan logró acordar con la empresa viajar los lunes a Buenos Aires y regresar a Mendoza los sábados al mediodía. El programa Master era intensivo, y requería presencia en la capital, pero, además, la empresa le exigió que trasladara su oficina a esta ciudad dado que su nueva misión debería ser ejecutada desde allí.
La empresa está sobre-estructurada
Los indicadores en los balances no son buenos, y los inversores están dudando de mantener las acciones ¡Ni pensar de comprar más acciones! Vamos a tener que planear una reestructuración, y hemos pensado en vos Roan
Automáticamente Roan pensó:
Una oportunidad aún mayor. ¡Un verdadero desafío!
Roan siempre correcto, siempre puntual, siempre formal, siempre preciso con los números. Un soldado calificado que había alcanzado un prestigio y un buen nivel de vida.
Algo más tenso que varios años atrás. Más responsabilidades. Agenda complicada. Cada vez con menos tiempo y más apurado. Menos paciente. Algo más cansado. Pero convencido de su pasión por las finanzas corporativas. Eso no se discutía.
La empresa poseía 8.470 empleados y él ya tenía el número en la cabeza (era fácil deducirlo de los indicadores): “la empresa debería funcionar bien con 6.000 empleados como máximo”.
El Master, su misión, los viajes a Mendoza, y algunas otras cositas más ocupaban la vida de Roan “y llenaban el tiempo por completo”, casi sin espacio para el cine, y con un poquito para el rock progresivo, pero no tanto como antes (¡Además, ni se había enterado que Trevor Rabin había dejado la banda y Steve Howe había vuelto a componer con Jon Anderson para YES! ¡No saber esto, para un rockero! ¡Es muy grave! Es como no saber la formación de Boca para el próximo partido).
Melina, obviamente, cada vez estaba más distante y menos conforme. La mejor calidad de vida que su esposo le brindaba no le llenaba su vacío.
En uno de esos esos viajes a Mendoza, le encargaron la misión de llevar a unos potenciales inversores a conocer la ciudad, las bodegas, y otros lugares emblemáticos de la Provincia.
Era un sábado que le ocuparía casi todo el día.
Arrancó visitando bodegas. Luego almorzaron en Don Mario. Viajaron hasta Uspallata (en los años ´90 no había tanto tránsito como ahora), y finalizaron el paseo con una vuelta por nuestro conocido Parque General San Martín.
En un instante, sin quererlo, Roan reconoció el lugar de aquella tardecita en que su cabeza posaba suavemente sobre el vientre cubierto de Melina mientras, con una sonrisa cerrada, miraban el cielo nocturno.
Un aire frío recorrió el cuerpo de Roan. Habían pasado más de 10 años de ese momento eterno y, ahora estaba un sábado entero, dedicado al trabajo, a pasear a inversores, a dejarlos contentos, mientras su esposa estaría haciendo no sé qué cosa, quién sabe por dónde.
Pero, en el mundo de los negocios “no hay lugar para los sentimientos”. “Estás o no estás”.
Guardó el recuerdo y siguió escuchando el plan de los inversores que traían un sistema de robotización y automatización de tareas de producción de petróleo que ahorraría mucha mano de obra, con todos los problemas que llevan los empleados, los sindicatos, etc., y, además, ahorraría costos y mejoraría el Valor-Actual-Neto. ¡Sin dudas una buena inversión! La empresa podría recuperar rentabilidad, ofrecer mayor distribución de dividendos a los accionistas, y volverse más atractiva para los inversores. Obvio… ¡Todo de libros!
Esa noche Roan no pudo conciliar el sueño (¡Y eso que era bueno para las conciliaciones!), pero todo pasó al día siguiente.
Algo tengo que decir de Roan: “Un tipo fiel”. Con muchos problemas con su esposa, pero siempre fiel. Con todas las tentaciones del mundo del petróleo, del mundo de los negocios, con la cantidad de mujeres interesadas y de lugares llenos de mujeres atractivas e interesadas, Roan nunca sucumbió ante la tentación. La misma persona en todos lados. Sin un Mr. Hyde adentro.
Con el crédito del Master aprobado y con el éxito de su plan (finalmente la reducción fue de 3.230 empleados), Roan regresó a Mendoza a tratar de salvar el matrimonio que ya tenía varias fisuras.
La rentabilidad de la empresa había mejorado notablemente. Los inversores estaban contentos y satisfechos. Los números de los balances y los indicadores estaban muy bien. Tarea cumplida. Un poco de paz para Roan.
Aunque ya eran algo extraños entre ellos, decidieron darse una oportunidad, y al año del regreso a Mendoza, ya con sus añitos encima, fueron papás de una bella bebé.
Encantados con la nueva integrante, parecía que su regreso había sido “just in time”, pero al poco tiempo las fisuras volvieron a aparecer, y Melina se dio cuenta que las distancias del pasado habían llegado para quedarse.
Esas diferencias, algunos malos momentos, amenazas de separación, llantos de bebé, complicaciones de logística y demás, comenzaron a conflictuar a Roan en el trabajo.
Su mente y su corazón ya no estaban tranquilos, y eso le molestaba aún más. No se podía, ni se permitía, que sus problemas familiares afectaran su rendimiento y su compromiso en el trabajo y con sus gerentes e inversores. ¡Los clientes y los inversores no perdonan! ¡Y si se daban cuentas sus jefes, sus pares, sus colaboradores! ¿Qué dirían de Roan? No, no. Eso no puede pasar.
Su mal humor se potenciaba cuando llegaba a su nueva casa, ahora mucho más amplia y moderna en un lujoso barrio privado de los alrededores de la ciudad, y era cuestión que Melina lo mirara como lo mirara para que explotara (pero no llegaba al extremo de Ivan Ilich. ¡Ese hombre sí que estaba enojado con su esposa!, si no me creen, lean el libro “La muerte de Ivan Ilich” de Lev Tolstoi y me van a comprender. Sigamos).
Y la calidad caída del amor hacia Melina se compensaba con el exceso de amor a su hija. Entre los promedios llegaba a un equilibrio afectivo que lo dejaba seguir. ¿Será un equilibrio estático o dinámico de Nash?
Pasaba largas horas en el trabajo y, a su regreso, estaba demasiado cansado como para dedicarle tiempo a su hija y soportar los reclamos que ahora parecían interminables de su mujer.
No estás nunca. Tu trabajo es mucho más importante que tu familia. Traerle muchos regalos y un poquito de cariño no es suficiente para tu hija
No hacía deporte, no iba al cine, y ya casi no escuchaba el rock progresivo. Trabajo, obligaciones, vencimientos, tasa de interés, tipos de cambios, inversores, proyectos… en fin, vida de un contador normal en este tipo de corporaciones normales.
Comenzaron a hablar firme y decididamente de la separación. Roan cada vez más complicado, conflictuado, y enojado con Melina que, si hubiera sido por él, se iba en ese mismo momento. Pero la quería. Quería volver el tiempo atrás. Quería volver a la tardecita de Noviembre en el parque. Pero en la nueva versión de sí mismos, ya no eran los mismos. “Todo cambia en nosotros, excepto nosotros mismos”, reza el aforismo de José Narosky, pero, aquí, parece que ambos cambiaron.
Su rendimiento en el trabajo decayó y se dieron cuenta. Su bronca hacia Melina aumentó (¡Pero no al extremo de Ivan Ilich!). Por momentos no la soportaba más. Melina tampoco.
Es una ingrata, no valora todo lo que he trabajado y lo que le he dado en estos años
Hasta que una mañana de Junio, Roan, más allá de su bronca y apatía hacia Melina, la notó bastante desmejorada e insistió para que fuera a ver un médico.
La noticia fue terrible. Un cáncer sumamente agresivo con muy bajas posibilidades de supervivencia. Un único tratamiento posible en Estados Unidos… ¡Carísimo!
¡Justo cuando me voy a separar!
Pero es la mamá de mi niña, y amo a esta niña. ¡Noooo!
Pidió un mes sin goce de sueldos, vendió todo, la casa nueva, la anterior, el auto, y otras casas más, y llevó a Melina a su tratamiento. La empresa no lo ayudó porque ya le pagaba la Obra Social, y una buena obra social, pero, lamentablemente, no cubría este tratamiento. Además le dijo:
Roan, si lo hacemos con Ud., deberíamos hacerlos con todos, y esto no es justo
Melina falleció en Agosto.
Volvió al trabajo, pero su rendimiento no fue el mismo.
Algo desconcentrado, con una jornada complicada. Tratando de arreglárselas con su hija que ya había comenzado la primaria. Reuniones en la Escuela. Pedir disculpas en el trabajo. Llamando al médico por la fiebre de su hija. Haciendo las compras. Pidiendo disculpas en el trabajo. Faltando a las reuniones de la Escuela. Estando en las reuniones del trabajo con el cargo de culpa de no estar en la Escuela. Viajando por unos días y dejando a su niña en la casa de su cuñada que no lo quería bastante. Responsabilidades de trabajo. Responsabilidades de papá y mamá. Agenda complicada. Olvidos. Ropa sin planchar. Falta la empleada. El transporte escolar hoy no la puede llevar. Luz cortada por olvidarse de pagarla.
Lo llamó una mañana el Gerente de Recursos Humanos, y Roan sabía muy bien de qué se trataban esos llamados.
En el mundo de las finanzas, “No hay lugar para los débiles”.
Le ofrecieron que renunciara y acordaran una gratificación a cambio de la indemnización para que no figurara en su legajo.
He trabajado casi 20 años con un desempeño notable. He dejado mi vida aquí, en la empresa. Mis mejores años. Horas y horas extras sin cobrar. Siempre tuve la camiseta puesta y ahora, por un problema personal tan grave como el que tuve, por tres meses en que no he estado al 100%... ¿Estoy despedido? Yo me organizo, es una cuestión de tiempo. Yo me organizo, yo vuelvo a la normalidad. Es una cuestión de tiempo. Deme algo de tiempo. No pueden hacer esto conmigo.
Roan, Ud. es del mundo de las finanzas, Ud. sabe cómo son las cosas, y sabe cómo piensan los accionistas, los inversores, el mercado.
Pasaron muchas cosas durante los siguientes años.
Un par de buenos amigos de la facultad le ofrecieron un lugar en su Estudio Contable.
Tuvo que hacer impuestos (¡Noooo!!!), sueldos (¡Nooooo!!!!), contabilidades, sociedades y, de vez en cuando, salía alguna cosa de finanzas.
Criaba a su hija, ya en la primaria, en su nueva casita de barrio con lo que le había quedado de saldo luego de aquellas ventas urgentes que no lograron el objetivo y de la injusta gratificación que había aceptado.
Salvo cuando veía a su hija a los ojos, ya no recordaba a Melina. Su consciencia estaba tranquila. Si bien se iban a separar cuando sucedió todo, estaba satisfecho con lo que había hecho. Era lo correcto. Tenía que ver más por los ojos de su hija que por los de él.
Andaba solo. Ya avanzado en edad y con algunas canas. Trabajando y criando a su hija. Los años de juventud ya habían pasado.
Pero esperaba una segunda oportunidad en el mundo de las finanzas. Pensaba que se lo merecía. Creía que le llegaría.
Había vuelto a ir al cine y a escuchar rock progresivo y creo que me pareció verlo un domingo en la cancha de Andes Talleres Sport Club.
Si te lo encontrabas: siempre una sonrisa.
¿Tendrá el destino algo preparado para Roan?
AHORA ROAN – 2ª. Parte de la historia del Contador Roan |
(Sería oportuno que escuchen el tema “The turn of the century”, de la banda de rock progresivo “YES”, mientras leen esta parte de la historia, pero sé que no lo van a hacer).
Roan, ya cercano a sus cincuenta años, pensaba que su vida afectiva había pasado a otro nivel, o mejor dicho, a otra etapa.
Muchos de esos sueños de joven ya no tendrían cabida en sus venideros años. Era muy bueno con las proyecciones. Eso lo dominaba bien, las extrapolaciones: mejor.
Solo, con su hija única de diez años, debía destinar casi todas las horas del día al trabajo, al hogar y a la crianza de su bella niña. Melina había fallecido ya hace más de cinco largos años. El duelo estaba hecho. La vida había pasado a otra etapa. “I´m just the shadow of the man I used to be” (Del tema “Too much love will kill you – de Bryan May, interpretado también por Queen). Y era la sombra del hombre que solía ser en la época de la universidad.
Sus pasatiempos preferidos eran, como siempre, la música y el cine, y en los últimos años había adquirido la destreza de modelar la arcilla en el pequeño taller instalando en el fondo de su hogar.
Le llamaba la atención, últimamente, lo superficial del amor y de las relaciones de las personas separadas de esta época, con la facilidad con la que emprendían aventuras fugaces pensando que eran duraderas, y la tristeza y desesperación con la que sufrían estar solos, aunque sea un tiempo, en una sociedad que está preparada para disfrutar la vida en pareja.
No había paciencia hoy en día, se cuestionaba Roan, ni la mínima posibilidad de pensar que no estar en pareja es una chance en la vida.
Abrir las “redes sociales” y encontrarse decenas y decenas de cartelitos y mensajes con “frases célebres” de cómo vivir la vida, se había vuelto una adicción para aquellos (aquellas) que, especialmente, no sabían ni tenían la paciencia de estar solos, y que veían que lo que mejor podían hacer era dar los consejos a los demás, que no eran otra cosa que los consejos que ellos necesitaban por no tener sus propios consejos. A algunos les interesaban las toneladas de frases y cartelitos que colocaban en la red. A Roan no.
Sufrían mucho la falta de la pieza del rompecabezas, y caían en desesperación para encontrar alguna de ellas que andaban, con suerte, sueltas por ahí.
Roan había vuelto a jugar al Estanciero, y ahora le estaba enseñando a su hija, pero seguía invencible.
Es verdad, no había paciencia en estas épocas, como si el paso del tiempo y el avance de las agujas del reloj nos robaran los últimos momentos de nuestras vidas para encontrar el añorado amor pasional antes de que los años venideros consumieran las últimas llamas de la juventud. Roan sabía de proyecciones.
Fiestas con invitaciones para parejas, cenas con invitaciones para parejas, salidas con invitaciones para parejas, no había lugar para personas solas, y muchos y muchas sufrían profundamente la soledad a la que estaban dispuestas a cambiar por un “intento” o “por algo que sea algo, al menos”.
Había un rompecabezas que tenía en el centro una pareja. A muchas, muchas y muchos, les faltaba una pieza. No eran felices, decían… ¡Tan solo por esa pieza que falta!
Pero no, ese no era Roan. Él no pensaba así, aunque las horas corrieran.
Y las horas corrían.
Él tenía una misión, una misión superior. Su hija y, por supuesto, reingresar en el mundo de las finanzas (aunque con sus amigos en el estudio contable estaba bien).
Y las horas corrían.
Y nada pasaba.
Y las horas corrían.
Todos los días iguales. Todos los fines de semanas iguales.
¿Alguna vez tuviste ese sentimiento? – Yo sí. Sigamos.
Aquella tarde gris de ese domingo de invierno, cuando su pequeña Adolfina estaba en casa de una de sus amiguitas, Roan decidió acercarse a los viejos teatros, saliendo así del hábito de los cines de los shoppings, donde casi siempre pasaba el tiempo de espera hasta que se hiciera la hora de ir a buscar a su hija.
Si bien sus bandas preferidas seguían siendo Yes, Genesis, Pink Floyd y otras del estilo, en los últimos meses se había sentido atraído por la música clásica, especialmente la que se combina con la danza.
En su caminata por la zona de los viejos cines y cafés de aquel gris domingo, una hermosa mujer de unos treinta y pico años, vestida de bailarina clásica en la puerta de uno de los pequeños y antiguos teatros, le ofreció un folleto y una entrada para ver su obra, su danza, su pasión.
La función ya comenzaba, y la duración era la justa para ir a buscar a su hija a tiempo.
Muy poca gente había en el pequeño teatro.
Roan se ubicó en la primera fila, en el primer asiento, entusiasmado y ansioso de experimentar la combinación de la música clásica, la danza y una bella y joven mujer. Algo tímido, como siempre.
Mariva, a quien yo describiría físicamente parecida a la actriz Naomi Watts (cuando interpretó su papel como Anne en la famosa película de “King Kong”, especialmente en las primeras escenas en la que representa a una humilde actriz de un teatro en ruinas), se presentó en último lugar, luego de la aparición de las otras bailarinas, que supongo que eran sus alumnas, y comenzó a desplegar su magia y su pasión en esa gris tarde de un domingo.
Su madre era rusa, pero Mariva era eslovena, lugar de origen de su padre (ex Yugoslavia, como aclaraba ella), y de una pasión y sensibilidad por el buen gusto y la música que vibraba en cada pequeño gesto, en cada pequeño movimiento de alguno de sus delicados y finamente tallados músculos, y en el brillo de sus raros ojos celestes.
Todo un mundo a sus pies, pero en sus pies, sólo la danza.
Roan, conmovido como hacía años que no le sucedía, esperó a Mariva a la salida del teatro. La miró con fascinación y encanto, y con una voz emocionada y firme le prometió que volvería a verla. Quería hacer una escultura de arcilla con su figura que eternizara el momento en que un domingo gris por la tarde él volvió a emocionarse, justo cuando pensaba que esos sentimientos eran cosas del pasado, y que lo único que lo podía hace vibrar eran las finanzas.
Y Mariva, que tenía treinta y cuatro años, conmovida por la conmoción y la propuesta de Roan, aceptó.
Iría todas las tardecitas al taller de Roan, luego de que la niña se quedara dormida. Mariva, “la extraña belleza del país raro”, ingresaría solo unos minutos y bailaría en el esplendor de las noches, una pequeña porción de una bella partitura de música clásica para Roan y su obra de arcilla. Roan le pediría que baile “The turn of the century”, de Yes, pero, al final, bailaría lo que Mariva sugiera.
Esa confusa mañana, Roan, luego de dejar a su hija en la Escuela, comenzó a escuchar ininterrumpidamente el tema “The turn of the century”, de la banda inglesa “YES”, donde el personaje se llama Roan, y la letra concuerda bastante con el giro que estaba dando su vida.
Era un presentimiento. Las noches en el taller eran mágicas, pero no podían durar para siempre. Mariva tenía solo treinta y cuatro años, era soltera y sin hijos, y el ya en los cincuenta. No podía jugar al peligroso juego del amor, aunque éste probablemente ya había iniciado su partida.
“Yo cuidaré a la niña, a nuestro hijo, que es lo único que te pido, y cuidaré de ti cuando seas mayor. Nunca te dejaré” – prometía Mariva, enamorada totalmente del hombre que había entendido su pasión y que sentía que realmente la conocía – “Te lo prometo. Yo te cuidaré siempre. Yo los cuidaré. Por el amor que me regalen. Yo los cuidaré”.
En esa noche extraña, una niebla espesa invadió el hogar de Roan. Mariva ingresó lentamente al taller mientras Roan escuchaba “The turn of the century” y bailaba con su obra perfecta, su Mariva de arcilla.
Lo acarició, le prometió amor y cuidado eterno, y la luna estaba fértil esa noche en la magia del taller.
Tiempo después nacía Milena, la hermanita de Adolfina, la pequeña, y la familia se amplió. Pero todo era muy rápido y muy extraño para Roan.
Tenía el alma dividida en dos. Entre la alegría y el amor, y entre el cargo de conciencia y la edad. Él sabía que ya era grande y sus años por venir ya no eran los que él quisiera que fueran. Sabía de proyecciones. Estaba completando la pieza del rompecabezas cuando ya había decidido que no iba a completarla.
Los demás rebosaban en dicha, amor y alegría. Él sabía que no duraría por mucho. Los años pasan, no vienen solos, Mariva iba a tener que encargarse de todos. Él ya no sería el mismo. Pero decidió acallar esa voz y disfrutar el presente que la vida le había regalado. Todo pasaba muy rápido, muy extraño. Algo no era como era.
Algo le pesaba en su andar. Como Rodion Romanovich Leskolnikov (el personaje central de “Crimen y Castigo” de Fedor Dovstoyevsky), la culpa se había apoderado de él. Él sabía que era un hombre grande, y no venía precisamente de familia de longevos, pero la dicha de los demás aliviaba la culpa.
La niebla siempre era extraña, y ahora su casa también le parecía algo extraña.
Mariva rápidamente volvió a sus prácticas de danza, y luego de un tiempo de entrenamiento, se dispuso a dar su primera nueva función, ahora como mamá, pero con su figura de siempre, bella, etérea, y ahora “completa”. Todo pasaba muy rápido. Era muy extraño.
Cuando comenzó la música hizo su aparición Mariva, y dio un mágico salto con giros en el aire, más mágico y etéreo que otras veces, su corazón estaba completo, y también su música y su danza.
Al retirarse, tarde y sola, camino a su casa al encuentro de sus seres amados, no vio la camioneta Toyota Hilux, conducida por dos adolescentes alcoholizados, que iban directo hacia ella.
En un segundo, sus piernas estaban aplastadas contra el asfalto, y los inconscientes adolescentes muertos de su choque frontal contra el fornido árbol a tan solo diez metros de ella.
“Todo pasa de modo muy rápido y extraño”.
La operación no fue un éxito, como algunos esperaban, y Mariva perdió ambas piernas.
Ahora, ella que cuidaría a todos, sería la que más cuidado necesitaría, “y para siempre”.
Y como una fuerte tormenta de verano que llega con todo y arrasa con todo, así había sido el amor de Mariva y Roan. La tormenta del amor les dio todo y arrasó en una sola tarde con la dicha, y los arrojó hacia una situación “tormentosa”.
La niebla era más extraña aún en los pensamientos de Roan. Algo estaba mal. Algo no era como era.
Ahora Roan, por las noches, luego de acostar a todos y dejarlos durmiendo, se encerraba en su taller, ponía su tema preferido “The turn of the century”, y silenciosamente bailaba, a la luz de la luna, con su Mariva de arcilla, mientras lloraba en silencio, sin decir nada y sin pensar en nada, nada más que sosteniendo suavemente a su amada de arcilla.
Antes de cerrar el taller, besó ambas piernas de su bailarina de arcilla deseando que volvieran a moverse como aquella tarde gris de aquel domingo. Apagaba la luz, secaba sus lágrimas, y se retiraba a dormir.
“Esto no habría pasado si yo hubiera sido valiente, pero no lo fui, y no lo soy”.
En el fondo, él siempre supo que no debía casarse con Mariva. La diferencia de edad ya era mucha. Su rompecabezas ya estaba completo. “Es una maldición por haber hecho lo que no tenía que hacer”, se decía a sí mismo, pero seguía con todo el día por delante, y por las noches, cuando todos dormían, bailaba unos minutos con su obra de arcilla como queriendo transformarla en carne y huesos. La niebla era extraña. Algo no era como era.
Cargó con el día a cuestas como todos los días, y a la noche se encerró, casi sin fuerzas, en su taller. Hizo sonar en el aire “the turn of the century”, pero esa noche lo repitió una y otra vez hasta caer exhausto. Se sentía enredado, sus piernas estaban cansadas y enredadas, su mente nublada y triste.
Repentinamente, y con un gran sobresalto, notó que su mujer de arcilla no tenía las piernas.
Sorprendido, exclamaba “¿Qué habré hecho? ¿Qué habré hecho?”
Fue corriendo a su habitación a ver a su amada, y ésta estaba sentada en la cama, llorando, llorando y llorando sin parar.
Cuando notó la presencia de Roan, retiró sus manos de su rostro, y con una profunda sonrisa, le mostró sus piernas de carne y hueso intactas.
La extraña neblina ingresó en la habitación, y mientras las lágrimas caían al piso, Roan se convertía en arcilla.
Una brisa dibujó la frase “de arcilla eres, y en arcilla te convertirás”, y luego moldeó con la misma arcilla el cuerpo de Roan, allí, en la misma habitación de Mariva. Por unos instantes la estatua de arcilla estuvo inmóvil, de pie, frente a Mariva. Roan desesperado, enredado, inmovilizado, sentía que no podía mover sus piernas, mientras observaba con dolor y amor a Mariva, hasta que la misma brisa comenzó a deshacer su figura, granito por granito, intentando llevársela al cielo infinito a través de la ventana de la habitación.
De un fuerte sobresalto, sudado y exaltado, Roan despertó del extraño y largo sueño. Miró la hora y todavía faltaban unos minutos para que sonara la alarma del despertador.
No podía contener la respiración. ¿Había sido todo un sueño? Sí, lo había sido.
Era lunes.
Se incorporó de inmediato y verificó que tanto su hija Adolfina como toda su casa estuvieran en orden.
No se animaba a ingresar al taller, pero al fin lo hizo. “Todo en orden”.
Había sido todo un largo, extraño, raro, raro sueño.
Luego de dejar a su hija en la Escuela se detuvo unos minutos a la vuelta de la esquina antes de ir al estudio contable. En su celular ya llegaban los mails del trabajo, de sus socios, de los clientes.
“Son los mismos fantasmas de siempre. Ya los conozco lo suficiente”.
En una mano los fantasmas, en el otro el amor. Dieciséis años de diferencia.
¿Qué harías en su lugar?
Tomó su celular y le escribió un mensaje a Mariva.
Sintió miedo y alivio… ¿En dónde encontraría otra mujer tan hermosa y dulce como Mariva? Pero ¡tanta diferencia de edad! Una oportunidad que se escapa y que no vuelve. No vuelve. O un problema que llega y no se va.
Pero ¿Qué le escribió a Mariva?
Esa noche, luego de acostar a Adolfina y apagar la luz del velador de la niña, fue al viejo armario de los recuerdos.
Para su sorpresa, no había una única figura de rompecabezas, sino decenas de ellas.
Se dirigió a su taller y volvió a escuchar “The turn of the century” y dijo: “Hay que esperar. Odio esperar. Pero hay que esperar”.
Los fantasmas están todo el tiempo...
¿Le habrá respondido Mariva? Solo la ha visto una vez en el viejo teatro. Él sabe de proyecciones.
AHORA ROAN – 3ª. Parte de la historia del Contador Roan |
Ya hacía unos meses que no utilizaba el tallercito para modelar arcilla. Casi no iba al cine, pero algo de rock progresivo seguía escuchando.
Las cosas en el Estudio Contable andaban bien, no una gran cosa, pero bien.
Se había acostumbrado a los impuestos, y desarrolló una buena habilidad para que, dentro de la legalidad, sus clientes pagaran menos impuestos y cargas sociales… ¡Y los clientes estaban chochos! Sus socios también.
La chochera de los clientes se terminaba cuando tenían que pagar los honorarios, pero bueno, ¡Así son los clientes! ¡No quieren pagar nada! ¡Todo les parece mucho! Hasta nada les parece mucho.
No era una gran suma de dinero la que ganaba, pero alcanzaba para vivir, para alimentar a sus dos hijas, ahora con la llegada de Milena, y, también, para ayudar a Mariva con su nuevo Estudio de Danzas.
Un equilibrio dinámico de Nash había aparecido en la vida de Roan. Si los demás no cambiaban de estrategia, él no debería cambiarla.
Al tema de la edad, y de la diferencia de edad, lo manejaba bastante bien, y no había más sueños raros ni cargos de culpas disfrazados por la decisión que tomó cuando envió aquel mensaje de texto.
¡Obviamente los amigos lo gastaban! ¡Eso ni se pregunta!
Che, Roan, vas a llevar a tus tres hijas al cine
Jaja
Che, Roan, no te voy a invitar a mi casa porque mi hija ya cumplió 18 años
Jaja
Y todas esas cosas que hay que escuchar y que, nosotros, los que estamos del otro lado, “tenemos que decir”.
Así son las reglas de este juego y, hablando de juegos, hasta la bebé era una genia jugando al Estanciero (es que los contadores somos algo obsesivos).
Notó que no estaba en forma. Aprovechó el “ahora 12” y se compró toda la ropa Nike habida y por haber para el gimnasio. Dos cambios de zapatillas y cuatro cambios de ropa todo Nike. Estaba entusiasmadísimo. Quería ser joven otra vez.
La primera semana fue todos los días al gimnasio y le dolió todo.
La segunda semana, ya reguló un poquito, y fue cuatro veces. Le dolió todo.
La tercera semana ya se le complicaron algunas cosas y fue tres veces, y, como en una progresión aritmética de razón menos uno y que comienza con cinco, a la quinta semana no fue más.
El tercer mes no pagó la cuota, y se arrepintió de haberse gastado un fangote de plata en la ropa. ¡No se iba a poner esa ropa para los asados!
Como el aforismo de José Narosky: “todo cambia en nosotros, excepto nosotros mismos”.
Estaba trabajando esa mañana fresca de Abril, el año ya había empezado a andar y tomaba ritmo, cuando a su mail (y al de sus socios) llegó la invitación a inscribirse en el congreso internacional de finanzas corporativas que se hacía en Mendoza.
¡Se imaginan la cara y el corazón de Roan cuando vio ese e-mail!
Habló con sus socios y se inscribió en el congreso.
Se hacía en un reconocido hotel cinco estrellas del centro de la ciudad (que no voy a nombrar para no hacerle marketing gratis).
Llamó a Mariva y le contó con lujo detalle el evento. Sentía que volvía a vivir profesionalmente, aunque solo fuera por un par de jornadas.
Al minuto sonó el teléfono: un cliente. Un e-mail: otro cliente. Otro mail: el mismo cliente que se olvidó un detalle. Otro llamado. Reunión con sus socios y, en fin, una jornada normal de trabajo de un contador, pero con ocho, nueve horas como máximo, lo manejaba.
Al volver a su casa en su Corsita gris, súbitamente recordó aquella tardecita de Noviembre con Melina en el Parque General San Martín, y un extraño sentimiento de melancolía lo inundó por un momento, hasta que el celular sonó varias veces. Era Mariva para que recordara comprar leche para la bebé.
Entre exposición y exposición, había apenas unos cinco minutos de recreo, que podían extenderse a diez.
Roan, Roan ¿Sos vos?
Gritó una voz algo conocida.
Roan ¿Cómo estás? ¡Tanto tiempo! Hace más de un año que estoy tratando de dar con vos
Le comentó Julián, uno de los abogados de la petrolera especializado en adquisiciones y fusiones.
Conversaron unos minutos y recordaron viejas épocas de la petrolera, ahora vendida a un grupo español con todos los ejecutivos argentinos en la calle.
Roan, estoy asesorando el Banco Meridional Cuyano, están por adquirir un ex banco estatal y necesitan un experto en Finanzas, especialmente en Fusiones y Adquisiciones. ¿Te animás?
Julián, yo tengo 53 años, ya estoy fuera del sistema ¿Quién va a querer emplear a un viejo de 53 años? ¡Vamos Julián! ¡No juegues conmigo!
Contestó Roan, pero Julián insistió y le dejó su tarjeta para que lo llamara.
Fue duro convencer a sus socios del Estudio.
Roan ¿No estás contento con el Estudio? Todos tenemos nuestras casas, nuestros autos, nuestras familias, nos vamos de vacaciones en verano y una semanita en invierno ¿Qué más querés Roan?
No es el dinero. Siempre es bueno ganar unos billetes más, pero es la adrenalina, las finanzas son lo mío, Uds. lo saben. Disculpen.
Roan, está bien, pero no podemos garantizarte un lugar de regreso si tenés problemas en el banco ¿Ok?
Ok
Y luego de un par de semanas de dejar todo en orden, se despidieron amablemente prometiéndose juntarse a tomar un café de esos que todos sabemos, cuando lo prometemos, que nunca lo haremos. ¡Los contadores no tenemos tiempo libre!
Otra vez a comprar trajes Christian Dior, que todavía seguían siendo los clásicos en el mundo de las finanzas, zapatos bien lustrados, ahora sin corbata y ¡A trabajar al Banco!
Entró rápidamente en tema.
Al mes ya estaba trabajando diez horas por día y sin cansarse.
Se le estaba complicando un poco la vida con Adolfina, con Milena y con Mariva, pero él podía manejar las cosas y, como buen contador, “sabía manejar la presión y tener las cosas bajo control”.
Mariva no estaba muy contenta, pero lo veía bien a Roan (que se había prometido una segunda oportunidad en el gimnasio), y el mejor sueldo y la obra social paga ¡no venían nada mal!
Mariva tenía su pasión también: “la danza”, y estaba contenta con las dos niñas. Adolfina se había encariñado con su hermanita y también con su madrastra, que no era nada que ver con la de la Cenicienta. Esta era buena en serio.
Todo cerraba bien, ahora había que cerrar los números de la compra del ex banco estatal.
La adquisición incluía varios activos, pero habría un exceso importante de personal, especialmente los de las oficinas centrales (casa matriz), y en varias sucursales que se superponían.
Roan había realizado bien los cálculos y, aproximadamente, un 40% de reducción del personal del ex banco estatal era necesaria. Los costos daban bien. El flujo de fondos, luego de las indemnizaciones, sería considerablemente positivo, y los costos operativos y de estructura apalancarían mejor a la empresa.
La operación cerraba.
Fue aprobada por el Directorio familiar del Banco Meridional Cuyano, y comenzó el proceso largo y tedioso de desvinculación de la gente y venta de algunos activos no necesarios. El índice de inmovilización debería ser bajo de acuerdo a lo que indicaba el Banco Central.
Revisó las estimaciones, las proyecciones y otros informes, y todo daba bien.
Cambió el auto, un Audi, y se fueron de vacaciones al Caribe los cuatro.
No fue al gimnasio, ni se juntó a tomar café con sus amigos del estudio contable.
No tenía tiempo, pero pensaba que en unos meses sí lo iba a tener.
El 27 de Abril del año siguiente recibió una noticia preocupante.
Octavio, el hermano menor propietario del 50% de las acciones del banco, había fallecido en un terrible accidente de auto en su Ferrari negra, en plena ruta a Chile, solo, sin chocar a nadie. Aparentemente un ACV.
Octavio era unos años más grande que Roan. Según los cálculos que había hecho Roan, ambos hermanos tenían suficiente vida y salud como para seguir con el banco hasta que él se jubilara.
La proyección que había hecho estaba bien, solo que ese modelo predictivo no incorporaba una variable como ésta, menos con Octavio, que era deportista y se cuidaba mucho.
Los hijos de Octavio no lo querían para nada a su tío Armando, y era obvio que, acostumbrados a no trabajar, volverse en directores del banco no sería el escenario más probable.
Los rumores en el banco, en los días posteriores, fueron terribles.
Todos estaban muy nerviosos. Roan ¡Ni hablar!, y no pudo evitar de llevar la preocupación a su hogar.
Si me despiden ahora me suicido Mari ¿Qué voy a hacer? Me suicido
No eran las mejores palabras para decirle a su mujer, y menos delante de sus hijas, pero vio un panorama entre gris y negro.
Si me despiden, yo que llevo un poco más de dos años, la indemnización es casi nada, tres sueldos, más preaviso y otras cosas, serán unos cinco sueldos
Le comentaba a Mariva, que lo miraba de reojo mientras hacía la comida y cuidaba que Milena no se cayera de su sillita
Los últimos que entramos somos los más baratos. Lo que cobraría, con la deuda del auto, nos alcanzaría para uno o dos meses
Estaba en crisis
Pero voy a hacer el intento de quedar en el banco y pensar en positivo. Voy a pensar que no lo van a vender y que todo va a ir bien
Y comenzó a quedarse entre una y dos horas más todos los días, mientras hacía proyectos interesantes para mostrar a los jefes.
Esas semanas en el banco fueron sumamente estresantes.
En la Casa Matriz, todos los gerentes y jefes comentaban lo mismo: “Nos van a echar a todos”.
Algunos eran más optimistas, otros evitaban estas conversaciones. Unos se alababan de haber tenido otras actividades en paralelo y no dedicarle todo al banco “no poner todos los huevos en la misma canasta”. Otros veían a sus esposas, que trabajaban y ganaban un buen sueldo, como mujeres hermosas semidiosas o diosas”. Otros, mejor ni hablemos.
La incertidumbre reinaba, y los escenarios de proyecciones eran poco optimistas.
Solo nos salvaría que no lo vendan o que, si lo venden, lo compre un empresario o grupo que no tenga banco y necesite Casa Matriz
Los gerentes de sucursales estaban en la misma.
En Junio de ese año, luego de dos meses de incertidumbre y gastritis en los empleados, el Presidente del banco (el hermano mayor), anunció la venta del banco al Banco Financiero BAS., de base nacional en otra provincia.
Era el escenario más probable y el peor de todos.
Desde este banco (el vendido) lo nombraron a Roan para trabajar en la fusión y absorción con los contadores y abogados del otro banco (el comprador) y, por vez primera, se vio del otro lado.
Esta es una buena señal Mariva, si me han puesto en esta función, seguro que me quedo en el nuevo banco, seguro
Explicaba, entre excitado y deprimido
No me han mostrado los números, pero yo sé la confidencialidad con la que se manejan
Comenzaron los despidos.
Varios gerentes de sucursales, que tenían muchos años de excelente servicio en el banco vendido, fueron los primeros en caer. No importaba nada si habían ayudado a construir el banco exitoso que estaban comprando. Eran grandes, no estaban muy actualizados, no importaba la indemnización ¡Afuera!
Luego siguieron con los mayores de 45 años. A los de 60 les ofrecían un retiro voluntario que era bastante bueno, y una forma elegante de decirles que ya no servían.
Continuaron con la gente de la Casa Matriz, pero Roan seguía en pie, la suerte estaba de su lado.
Cambio de sistemas. Llegaban los “gerentes ganadores” del banco comprador a colocar a su gente (obvio), a repartirse cargos y oficinas, y a desplazar a los “perdedores”.
La nueva gente tiene que tener a su gente de confianza.
Roan seguía.
Sr. Roan, el Banco Financiero BAS, le agradece los servicios prestados y lamenta no poder continuar con los mismos. Personal de seguridad lo acompañará a retirar sus cosas. A partir del miércoles puede venir a retirar su liquidación, sus bonos de sueldos y certificados laborales. Además, el Banco, de cortesía, le deja su caja de ahorro y su tarjeta de crédito por un año sin cargo. Muchas Gracias.
Lo echaron, como a un perro, con un Master en Finanzas y todo ¡A la calle!
Aquí se dio cuenta que él era un número en una lista, tal como los números que él tantas veces había llevado de otras personas. Un número, un costo, un egreso en el flujo de fondos que había que cortar. Y con ese corte del flujo de fondos, se le cortaría el flujo de ingresos a Adolfina, a Milena y a Mariva.
A reducir costos, pero ¿Quién le daría empleo a un contador con casi 57 años en esta época?
A la calle, perro.
Cayó en la cuenta que él, en sus propuestas, había dejado en la calle a más de 10.000 personas.
Estoicamente no dijo nada.
Se subió al Audi y se largó a llorar desconsoladamente. ¿Cómo le explicaría a Mariva? ¡Ni pensar en sus amigos del estudio contable que nunca los llamó para que se tomaran un café!
¡Desempleo, desempleado, nooo!
Es que es una de las cosas más horribles de la vida en un hombre. Sentirte inútil. Que no podés llevar el pan a tu casa. Cuidar obsesivamente cada centavo. Levantarse sin tener nada que hacer cuando los otros están trabajando. Salir a la calle a que la gente que, se hace la que no sabe nada, sabe que estás sin trabajo y te miren como si todo estuviera normal. Mirar obsesivamente el celular y el mail por si entra algún mensaje. Sentirte fuera de foco, fuera de horario, como en la película “Los lunes al sol” ¡Nooo! Angustia. Volver a ver avisos de trabajo y que ninguno haya para gente de tu edad. Entrar a las redes y nada. Pedirle a tus amigos, a tus parientes, y nada. Que pasen los días, sin tener mucho que hacer, sin que le intereses a alguien. Ver a todo el mundo ocupado, apurado, sin tiempo libre y, por el otro lado, tener tiempo muerto. Andar a cualquier hora por cualquier lugar. Mirar obsesivamente el celular. Tener la mente con tiempo para pensar en cualquier cosa o, mejor dicho, para que cualquier pensamiento te atrape la mente. Vergüenza. Dar explicaciones y justificaciones que no tienen sentido.
¿Así se habrá sentido la gente a la que hice despedir en las fusiones y ahorros de costos?
Lloraba Roan.
Recuerdos de niño jugando a “El Estanciero” aparecieron por su mente. La tardecita en el parque. El domingo gris en el viejo teatro. Sus hijas.
Desempleo.
Hace unos años atrás tuve que hacer unos trámites en la Universidad del Aconcagua.
Era una mañana de otoño. Regresé caminando por calle Catamarca, crucé San Martín, y seguí caminando por calle Espejo por la vereda sur.
Cuando iba a mitad de cuadra, miré hacia la vereda norte, entre medio de la gente y de los autos, y vi a un guardia de seguridad de un Edificio, vestido con pantalón negro, camisa blanca con un logo, corbata roja, y un gorrito negro.
Estoy casi seguro que era Roan, pero ¿Roan de guardia de seguridad? No, estaba viendo mal. No podía ser. Seguí caminando.
¡Qué linda mujer!
Le comenté a Luis
¿Viste qué mujer interesante y fina?
Ricardo, es la mujer de Roan, bueno, la viuda ¡Un drama terrible! ¡Ni te imaginás!
¡Uyyy!
Pobre Roan
comentó Luis
No llegó a la jubilación. La última vez que hablé con él me dijo que su único proyecto que tenía era llegar a la jubilación. Creo que le quedaban tres o cuatro años. Se la estaba rebuscando como podía mientras llegaba a la jubilación. No llegó. ¡Espero que haya hecho todos los aportes para las hijas y para la mujer que, dicho sea de paso, ¡es muy bonita! ¡Pobre Roan!
Me quedé helado, no pregunté más y seguí con los trámites que estaba haciendo.
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